domingo, 19 de octubre de 2008

LLEGAR A MONTECELIO



Domenico Brandizzi era primo de Darío Víttori. Se admiraban y se adoraban. Domenico era conocido como "Mimmo" y Darío, que en realidad era Melito, tenía un sobrenombre para los familiares de su generación: "Lido". Lido y Mimmo eran compinches e intercambiaban llamados telefónicos desde Buenos Aires a Monterrotondo (casi tan cerca de Roma como Montecelio, siempre en la región de Lazio). Caundo alguien viajaba a Italia, Mimmo era el encargado de llevarte a Montecelio. Salir de Roma con destino a Montecelio es imposible. Montecelio casi no existe como localidad. Su lugar en el mapa es la comuna de Guidonia-Montecelio. Guidonia es una ciudad con edificios, semáforos y más de 70.000 habitantes. Claro está que al tomar las rutas y autopistas es Guidonia la que se lleva el protagonismo por sobre el modesto Montecelio. Saliendo de Roma, en auto, hay que ir a Guidonia. Recién en las puertas mismas de Guidonia se ve La Rocca y las enmarañadas casitas de Montecelio y, oh sorpresa, el único cartel que indica tomar hacia la izquierda. A la pregunta ingenua de "por que no hay ningún cartel que indique cómo llegar a Montecelio", la respuesta de Mimmo es tan simple como contundente: "Montecelio non e' New York".

IL TEATRO COMUNALE


La frase es: "nadie es profeta en su tierra".

Melito Margozzi nació en Montecelio y vivió toda su vida en la Argentina bajo la identidad de Darío Víttori. En la Argentina llevó la pasión del teatro por todos los rincones del país. Fue el artífice de las temporadas de verano en Mar del Plata. Luego "inventó Carlos Paz", dicen los cordobeses. Y cuando buscaba horizontes nuevos desarrolló la idea de girar por la costa atlántica. Y siempre volvía a las fuentes visitando todas las ciudades y pueblos del interior de este extenso país. En la Argentina participó en más de 20 películas y protagonizó uno de los mayores éxitos televisivos de los días domingo que consistía en llevar el teatro a la televisión.

Teatro en todo el país y teatro en la televisión. Todo eso en casi 80 años de vida en la Argentina.

En Montecelio sólo vivió sus primeros 10 meses de vida.
En Montecelio no aprendió a hablar ni a caminar.
Y sin embargo, allí en Montecelio, el único teatro del pueblo, Il Teatro Comunale, el de la foto... se llama Darío Víttori.

sábado, 18 de octubre de 2008

CAMINAR Y CONVERSAR



En los pueblos de 3000 habitantes como Montecelio hay pocas cosas por hacer y pocos lugares donde ir. Y por supuesto que hay una plaza. Una piazza. La Piazza San Giovanni. Es el centro de Montecelio. Allí, por supuesto, está la iglesia San Givanni Evangelista. Cuando la tarde empieza a caer y la gente vuelve de sus trabajos, los bares cercanos a la plaza comienzan a poblarse. Los vecinos salen a la calle y cuando llegan a la plaza se saludan y se cuentan sus hazañas. Comienzan a caminar por la plaza. Lentamente. A paso cansino. Charlan. Gesticulan. Y cuando llegan al final de la plaza, dan la vuelta y caminan otra vez. Y siguen conversando y gesticulando. Repiten este rito una y otra vez. Y no me cansé de mirarlos. Y mirarlos. Así es como Montecelio revive todos los días. Cuando cae el sol. En cada caminata. Y en cada conversación.

MARGOZZI



Darío nació Melito. Melito Spartaco Margozzi. Ese nombre eligió su padre Attico aquel 14 de septiembre de 1921. El parto fue en una pequeña casa cerca de La Rocca, en la parte más alta del pueblo.
Hubo muchos habitantes de Montecelio que emigraron a diversos países buscando la prosperidad económica. Pero los Margozzi no. Decir Margozzi en Montecelio es decir rebeldía. El joven Attico, harto de deslomarse trabajando y no quedarse con nada, organizó a los campesinos de tal manera que desde ese pequeño pueblo se temió una pequeña revolución. En la Italia de los años 20 no era un buen momento para la anarquía y los punteros políticos de Mussolini se enteraron de la revuelta de Montecelio. Rápidamete ubicaron al "agitador" Attico. Entraron a su casa violentamente, dieron vuelta lo poco que tenía y lo amenazaron. No fue la única visita. Hubo una segunda visita en la que intentaron convencerlo de pasarse al bando de "Il Duce" a cambio de mejorar su situación económica, que era apenas digna. Pero Attico ni les contestó. Después hubo varias visitas más y cada vez más violentas porque Attico lejos de intimidarse tomaba más coraje y ganaba más adeptos. Pero no quiso inmolarse. Y en el último allanamiento a su casa las amenazas fueron hacia su mujer y hacia el pequeño Melito con un ultimatum: "En 48 horas volvemos, si no te fuiste..." Attico viajó al puerto más cercano y un barco que salió lo trajo a la Argentina, donde también vivían unos primos lejanos. Por eso en las angostas calles de Montecelio, cuando se pronuncia el apellido Margozzi, la primera reacción es de admiración. Aquellos que se fueron por motivos económicos no están bien considerados porque no se quedaron en el pueblo. De alguna manera los llaman traidores. Margozzi se fue por otro motivo. Precisamente se fue por no traicionar a sus seguidores. Ni a sus ideales. Margozzi siempre miró de frente y, a veces, hasta con arrogancia.

miércoles, 15 de octubre de 2008



MONTECELIO. Se pronuncia "montechelio". Es una de las 7 colinas que rodean a Roma, como contaba la leyenda. En la punta de la montaña esta "la Roca", un viejo castillo feudal abandonado y derruido. El pueblo, eran los plebeyos de aquel terrateniente. Las casitas forman una enmarañada red con calles muy pequeñas. Un pueblo peatonal. Hay otra colina muy cercana en la que se encuentra un monasterio. En Montecelio, a 13 kilómetros de Roma nació Darío Vittori.

martes, 14 de octubre de 2008

EL ABUELO

Darío Vittori era mi abuelo.
Tuvo 3 hijas. 8 nietos y alcanzó a conocer a 4 de sus 9 biznietos.

Darío Vittori era mi ídolo.
Siempre lo vi lidiar bien con la fama. Sostuvo su matrimonio durante más de 50 años con Pierina, su eterna compañera. A los 17 años debutó en una compañía de teatro italiano y nunca más se bajó del escenario hasta su muerte. Entrar a la televisión le costó mucho: muchos años, mucho esfurzo y mucho dinero porque tuvo que comprar el espacio para trabajar.

Darío Vittori era mi referente
El me enseñó el valor del trabajo. La responsabilidad. El respeto por el compañero. Por el público. Nunca tenía excusas. "El público paga la entrada para verte una sola vez" decía y no fallaba. Nunca suspendía una función. Era el primero en llegar y el último en irse. El que siempre sabía la letra. La de él y la de todos. Y predicaba con el ejemplo.

Darío Vittori era mi amigo.
Cuando cumplí los 10 años me preguntó qué quería ser cuando sea grande: periodista, le dije sin titubear. A los pocos días me regaló una máquina de escribir. Pequeña, portátil, de esas que entraban en una valijita. Cuando terminé el colegio secundario, me ofreció trabajar con él en el Teatro Regina de Mar del Plata, en plena Peatonal San Martín: me consiguió mi primer trabajo. Cuando le conté que me iba a casar, me prestó casi todos sus ahorros para comprar mi departamento y me dibujo en un papel un plan de cuotas mensuales para que le vaya devolviendo el dinero. Cuántos amigos de verdad harían todo eso por vos???

Todavía no les hablé de su talento en el teatro, cine, televisión o en la cocina. Este blog quiere rescatar al gran actor, pero también a una gran persona.